"Voy soñando los caminos" se llama el documental que enlazo más abajo y que trata de la conmovedora circunstancia de la obra de "don Antonio", como se le llama desde el respeto y la ternura que evoca su figura. Biografía tratada con tal delicadeza, pausa y profundidad que resulta muy difícil no emocionarse.
Recuerdo haberle comentado a mi padre acerca de este "mi nuevo amigo", don Antonio Machado, y así supe que mucho antes que de mi, ya lo era de él, y de Serrat, y de Cortez, y de tantos en el mundo quienes, conmovidos, han sentido tan propio el valor humano y literario de su obra.
Como algo muy particular y acaso menos relevante de ser mencionado, pero que se daba entre mis impresiones derivadas de leerlo, recuerdo que nunca antes advertí el valor de la tarde (como esa parte del día tal vez más despreciada o menos "inspiradora" o productiva), hasta que la vi revestida de una importancia especial, en la continua mención que Antonio Machado hacía de ella entre sus versos...
JFA
Recomiendo, entonces, este hermoso documental para adentrarse en su biografía, pero antes dejo acá su poema "Retrato" (y que me cuesta tanto, como le debe pasar a muchos, leerlo en voz alta sin que se me quiebre la voz):
Mi infancia son
recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
-ya conocéis mi torpe aliño indumentario-,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y
en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
-quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os
debo; tú me debéis cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
"Yo voy soñando los caminos", documental:
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