cuando pienso en la lentitud del paso humano tras de sí,
me refugio donde no me salvo más que por un instante.
Aquello no será sino silencio
en la resistencia inútil
del más desesperado de los gritos.
Será desolación lo que también transformación.
Avance de lo que prescinde del individuo.
Y el origen de tus rezos será la formación de un nuevo río
tutelado por la pluma de un volcán.
¡Pero todos, todos cabemos en la muerte!
(¿el principio de la solidaridad?)
No me queda más que un refugio entre tus piernas
bendita puta del puerto...
Yo quiero lo que pido
y lo pido sin haber llegado a ser
lo que supongo irrefutablemente
sido.
Javier Farías Aguila
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