Predominantemente, y más que para complementar el tema en cuestión, sucede que a lo largo de esta lectura su autor, Agustín Basave, se vale de citas o referencias para terminar contraponiendo su propio pensamiento con respecto al de los autores señalados.
Por ello, aunque de manera caricaturesca por cierto, imagino un subtítulo más adecuado para este libro, algo así como: "Aquellas cosas en las que no estoy de acuerdo con los autores que citaré"...
Lo anterior queda en evidencia en la siguiente selección de contenidos, no obstante no ser esta la razón de la misma sino sus datos interés para mi.
Destaco de este libro
(entre paréntesis o con negrita información que aporto acerca de lo transcrito):
La poesía lírica del gran poeta florentino la conocemos en su Vita nuova (Vida nueva), libro de carácter autobiográfico que nos obsequia poemas juveniles de Dante y nos informa de ese limpio. puro, enorme amor por Beatriz, a quien conoció a la edad de nueve años; vuelve a verla a los dieciocho y un saludo que ella le dirige toma un ímpetu grandioso en la biografía sentimental. El efusivo e intenso canto a Beatriz adquiere, en la pasión de Dante Alighieri, un valor trascendental. (p. 64)
(En esta mención de Dante Alighieri me recordó al título escogido por el poeta chileno Raúl Zurita para su poemario "La vida nueva").
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Francesco Petrarca trata de analizar el amor. ¿Podrá analizarse?, me pregunto yo. ¿Cómo analizar ese afecto vivo, intenso, promocional, benevolente, que se profesa a la mujer, si antes el amor me define, me constituye en alguna forma, me lleva a la cabal realización de mi ser. Dime lo que amas y te diré quién eres, se me ocurre proponer en lugar de ese vulgar adagio: Dime con quién andas y te diré quien eres. (p. 72)
(He aquí un ejemplo de su disentimiento con el autor citado).
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Difiero de la cosmovisión de Leopardi; su ateísmo me parece ligero y carente de fundamentos, pero admiro -aunque no comparto su inconsciente ateísmo- el enorme lirismo vertido en el poema L'infinito, obra maestra de Leopardi (...) (p. 78)
(Juicio de Basave contra el ateísmo de Leopardi).
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Este poema, como dos más: Le Serpent (1921) y Charmes ou poemes (1922), han hecho que Paul Valery haya estado ocupado cerca de diez años en un ejercicio, más que una acción; una búsqueda, más que una entrega, "una maniobra de sí mismo por mí mismo, más bien que una preparación con miras al público", según sus propias palabras. Dudo mucho que esta última afirmación sea del todo sincera. Toda obra se hace para el público, y no primeramente para sí. (p. 105)
Estamos de acuerdo en que la poesía se distinga de la prosa en que no tiene ni todas, ni las mismas trabas, ni las mismas licencias que ésta. Pero no estamos de acuerdo en su apreciación un tanto peyorativa de la prosa:
Basave cita a Valéry:
La esencia de la prosa es perecer, es decir: 'ser comprendida'; es decir, ser disuelta, destruida sin remedio, reemplazada totalmente por la imagen o por el impulso que ella signifique según la convención del lenguaje. Pues la prosa sobreentiende siempre el universo de la experiencia y de los actos, universo en el cual -o gracias al cual- nuestras percepciones y nuestras acciones o emociones deben, finalmente, corresponderse de una sola manera: uniformemente.
Quiero apuntar que la esencia de una buena prosa no estriba, tan sólo, en ser comprendida para después quedar destruida sin remedio. La prosa de Cervantes en El Quijote, de Shakespeare en Hamlet, de Ghoete en Fausto, nunca ha quedado disuelta y menos aún destruida sin remedio o reemplazada totalmente por imágenes. Concuerdo con Valéry en que la poesía exige o sugiere un "universo" muy diferente al de la prosa:
Basave cita a Valéry:
Universo de relaciones recíprocas, análogo al universo de los sonidos, en el cual nace y se mueve el pensamiento musical. En este universo poético la resonancia prevalece sobre la causalidad, y la 'forma', lejos de desvanecerse en su efecto, es como reclamada por él. La idea reivindica su voz.
(Paul Valéry, "A propósito de "El cementerio marino", traducción de Alfonso Gutiérrez Hermosillo, Etcétera, Guadalajara, p.12.)
Adviértase la diferencia notoria, extrema, que Valéry indica entre los "momentos constructores de la prosa" y "los momentos creadores de poesía". Ni la sencillez, ni la claridad son atributos absolutos en la poesía valeriana; diríase que resulta necesario habitar en ámbitos lo más separados, lo más lejanos de la prosa. No importa perder lectores. Lo que cuenta es la densidad de las imágenes, de las consonancias y disonancias de los giros y de los ritmos eslabonados. La poesía no quiere seguir exclusivamente la idea, ni echar de menos la prosa, sino contentarse con aquellos "hermosos detalles" de que hablaba Voltaire. (pags. 106 y 107)
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En el prólogo y selección a la Antología poética de Francisco de Quevedo, Jorge Luis Borges afirma de modo contundente: "Acaso nadie, fuera de su ostensible y secreto cómplice, Góngora, ha paladeado el castellano, el peculiar sabor de cada palabra y de cada sílaba, como don Francisco de Quevedo y Villegas, caballero de la Orden de Santiago y señor de la Villa de la Torre de Juan Abad." No concuerdo con Jorge Luis Borges cuando reduce la figura del egregio poeta conceptista: "Quevedo es un gran escritor verbal. Todos los escritores lo son, en el sentido de que su instrumento son las palabras, pero, en la mayoría de los casos, estas son un medio, no un fin. Para Quevedo, como para Mallarmé o para Yoisen, la palabra es lo intrínseco." No me parece justa la tajante afirmación de Borges disertando sobre Quevedo: "Su diferencia está en la forma y la forma es todo en Quevedo." En primer lugar, la forma no puede separarse del fondo y quedar en pura forma, sin dejar de ser poesía; en segundo lugar, el fondo es en Quevedo tan importante o más que la forma. Por algo es poeta conceptista y no culterano. (p. 174)
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Alguna vez, Federico García Lorca nos regaló su teoría del duende. Ese duende que surge desde el hondón del alma en el verdadero artista: en la cantaora, en los bailarines de flamenco y el propio poeta. Decir duende es decir embrujo, sortilegio, euritmia, inspiración artística, visitación de la musa, apertura al daimón interior... El duende es algo más íntimo que la musa, más peculiarmente español. España, y Andalucía en especial, está movida por un milenario duende de música y danza. Míticos gitanos, guardias civiles, bailarines y ángeles cobran figura propia en el Romancero gitano. Música espontanea de duende aparece en el Poema del cante jondo. Sentidos diversos en libertad sensual, imágenes auditivas, visuales y táctiles producen confusión de los sentidos para un crítico anglosajón. como J. M. Cohen, pero no para nosotros, los hispanohablantes. Lo que para Cohen puede parecer "estilo afectado" y "romances artificiales", para nosotros, los que conocemos España y Andalucía, sólo hay la verdad del propio pueblo de García Lorca, que resplandece en metáforas no sobrecargadas, sino sorprendentes, inusitadas, felices. En el Romancero gitano aparecen personajes pintoresca actuando en forma poco común, como en sueños, pero verdaderos personajes. Hay un tema constante en su primera poesía: la Muerte, Doña Muerte arrugada, que pasea por sauzales de colores de cera y de tormento parece un hada mala y enredadora. En el Romancero gitano, compuesto en tres año (1924 - 1927), está escrito el metro de romances tradicionales, y forja varios mitos. García Lorca está comprometido con el amor sexual, con la sensualidad genuina; que no se nos venga a decir que el poeta granadino sólo está inmerso en la muerte y en la crueldad. El sentido de la muerte, tan agudo, tan profundo, es propio de España y, acaso, aún más de México. En el romance de la Casada infiel, hay erotismo en logradas metáforas. La sensualidad llega al máximo. Vista, tacto, erotismo, están ahí, al principio del poema, cuando el gitano despierta la pasión de la joven casada infiel:
Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
[Romancero gitano / Fragmento]
En las trincheras de la Guerra Civil se recitaban los romanceros de García Lorca, su popularidad ha sido y es incuestionable. Costumbres populares, modos de pensar del pueblo andaluz. Orgullo de varón gitano.
El horror a la muerte prematura es patente en el poeta granadino. Poeta en Nueva York, escrita en los Estados Unidos, hace uso de las técnicas surrealistas sugeridas por Dalí. Se abandonan los métodos tradicionales y se recurre a imágenes más violentas. Ya no son aquellas felices imágenes, tan de su estilo. Ahora hay temor ante rascacielos y multitudes arremolinadas. Desierto de piedra que le hace pensar en muerte por cáncer. Sólo los negros aparecen como su contacto con la realidad. Su palabra pierde forma y las palabras son desagradables:
Tu ignorancia es un monte de leones, Stanton.
El día que el cáncer te dio una paliza
y te escupió en el dormitorio donde murieron los huéspedes en la epidemia
y abrió su quebrada rosa de vidrios secos y manos blancas
para salpicar de lodo las pupilas de los que navegan,
tú buscaste en la hierba mi agonía...
(pags. 218, 219, 220 y 221)
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Hay un erotismo constante casi obsesivo- en la poesía de Octavio Paz que se refleja hasta en el paisaje:
El mar, el mar y tú, plural espejo,
el mar de torso y perezoso y lento
nadando por el mar, el mar sediento:
el mar que muere y nace en un reflejo.
El mar y tú, el mar espejo:
roca que escala el mar con paso lento,
pilar de sal abate el mar sediento,
sed y vaivén y apenas un reflejo.
En mi cuerpo tú buscas al monte,
a su sol enterrado en el bosque.
En tu cuerpo yo busco la barca
en mitad de la noche perdida.
La esencia poética -tan difícil de apresar- se resuelve en imágenes que intentan resolver lucha de opuestos en unión; conjunciones y ecos alternantes; erotismo que nos conduce a un cosmos maravilloso, cerrado, para el mundo de asociaciones rutinarias. Ciertamente los poemas son estructuras, pero las formas de hablar y de ver y de decir algo acerca del intramundo del ultramundo expresa más que el análisis estructural. "El erotismo ritualiza a la sexualidad animal; el amor, a su vez, contradice el erotismo y lo transfigura... por desgracia, todavía no se ha escrito una verdadera historia del amor. Me gustaría escribirla", apunta Octavio Paz. La obra que Octavio Paz piensa que no se ha escrito ya se escribió y parece no conocerla. Me refiero a El amor y su alcance histórico, de Luis Bonilla, publicado por la Editorial Revista de Occidente. (pags. 284 y 285)
Selección: JFA