lunes, 1 de julio de 2019

¿"La Janis Joplin chilena" o el valor de ser ella misma?

"Esta mujer es la Janis Joplin chilena"; "Violeta Parra fue la primera punk del mundo"... 

La primera frase corresponde a una cantante chilena; la segunda, al vocalista de un famoso grupo mexicano que tampoco voy a nombrar. El asunto es que las tomo como ejemplo en cuanto a cómo se busca validar con cierta persistencia la obra de Violeta, más allá del valor propio, como si no bastara con el que ya tiene ("autosuficiente" ya en su concepto original e historia ultra conocida), buscando comparaciones que sólo son amables desde la perspectiva de los conceptos o nombres con los que se le compara. 

Si tanto admiramos la obra de Violeta Parra, como era el contexto de la primera frase, supongo mayor homenaje decirlo al revés: Janis era la Violeta norteamericana. Considerando además que Joplin nace mucho después que Violeta... 

Supimos que ser ella misma (hablo de nuestra cantautora) no le resultó gratuito, hay que tenerlo en cuenta. Ser ella misma tuvo un alto costo (y sigue siendo un mal negocio porfiar con ser uno mismo en el mundo de la música). No se limitó a cantar lo que cantaba Edith Piaf por ejemplo, que era una de sus artistas preferidas, sino que se gestaron en lo más íntimo de nuestra folclorista aquellas canciones, hoy universales, que ya le conocemos y con toda su particularidad, osada como fue.

Para Violeta, ser auténtica, no fue sino con dolor y decepciones. Murió siendo ella, en toda su magnitud. Mucho le costó imponerse, así tal cual era, como para que después le estén asociando nombres o conceptos que los medios de comunicación, por efecto de la industria musical en el mundo, validan con ese frenesí fetichista o de merchandising que suele ser, por demás, el alimento para los incautos bajo la bandera del esnob.

No. Ni punk, ni Joplin ni nada menos sino Violeta Parra: folclorista, creadora experimental, latinoamericana, apasionada, cantautora de gran rigor musical y literario por cierto (Gabriela Mistral estaba entre sus mayores antecedentes). No rock star. Y no menor por no sonar como los Beatles. Y no más fresca su libertad creativa o su intensidad, por asociación con nadie que tenga su estrella en el paseo de la fama de ninguna parte.

Si los artistas o el estilo, la disciplina o el género musical de nuestras preferencias son preponderantemente otros, la superposición con respecto a nuestra creadora resulta ser un pésimo homenaje cuando queremos expresar alguna identificación con ella, de forma que termina percibiéndose como algo forzado y más de celebración a tales que a la propia Violeta. 

JFA



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