lunes, 21 de febrero de 2022

Sin embargo, un tren

Como dice Nicanor Parra "La materia no tiene la culpa de nada, toda la culpa la tiene el espíritu" (del poema Canción protesta): este tren maderero que registré hace unos meses entre Laraquete y Arauco, lamentablemente es el único que cubre uno de los trayectos costeros de ferrocarril más hermosos que tiene Chile; es decir, no existe un tren de pasajeros para la misma bella ruta, y, por lo tanto, tampoco pasajeros que puedan disfrutarla...

A la altura de Laraquete, a poco de que el sol se esconda, se puede ver a lo lejos, desde la carretera, con el mar de fondo y como si fuera una imagen soñada (escena que habría sido muy digna de filmarse también), la silueta del paso inesperado de este mismo largo tren que, no siendo más que de carga, emociona igual de tan sólo mirarlo... como todo tren.

(Nota: para los amantes del sonido del paso de un tren recomiendo usar buenos audífonos y luego tan sólo cerrar los ojos): 

JFA





domingo, 20 de febrero de 2022

Las impresiones literarias

Una vez que estoy en la lectura de un nuevo libro (nuevo para mi), marco o transcribo el párrafo, la página o fragmento que me haya interesado de forma especial. Es decir, hago lo que todo amante de la literatura hace. Y luego, aquello es lo que finalmente reproduzco bajo la indicación de "destaco", por este u otro medio, al referirme después a dicho texto o libro.

Básicamente, son impresiones personales que sirven también de recordatorio o de fuente de consulta para cualquiera; por ningún motivo tal "destaco" pretende ser una pauta de nada ni para nadie. Por lo demás, ojalá que todos nos atreviéramos a compartir este tipo de impresiones si es que lo deseamos, sin estigmas ni complejos, porque no se trata de ostentar cuánta lectura tengamos en el cuerpo sino que de compartir e intercambiar, con total honestidad y libertad, materias del ámbito literario y todo lo humano implícito allí. 

De tal manera, por efecto, por muy buen efecto, divulgamos también el ejercicio de la lectura, que tan perjudicialmente se sigue expresando por las consecuencias de su abandono en nuestro pueblo...

No puede ser un sueño inalcanzable, no puede ser que a estas alturas sea siquiera "un sueño", que, así como se multiplican los de fútbol en nuestras poblaciones (no tengo nada contra el fútbol), se multipliquen también los clubes de lectura y de literatura, y del ejercicio literario mismo... Los alcances, y recalco: "los alcances" de la literatura (porque los libros ya están), deben estar en ojos y boca de todos, no sólo de los eruditos, y tampoco deben ser tan especiales ni selectas las circunstancias por las cuales se hable de literatura. 

JFA





miércoles, 9 de febrero de 2022

El carretero de la muerte, de Selma Lagerlöf (Impresiones literarias)

Una de las señales que dan cuenta de una buena traducción literaria es habernos permitido una lectura tan fluida como natural; sin el mínimo rastro de no haber sido concebida en nuestro idioma. Paradójicamente -tal vez como un fenómeno propio de la disciplina- esta pudiera ser la razón para terminar no considerando, o peor aún, dejando en el olvido al traductor del caso. 

Esta buena impresión, apenas concluida mi lectura, es la que me tiene haciendo una referencia al relato "El carretero de la muerte" de Selma Lagerlöf, por intermedio de cuya traducción desde luego -tan minuciosa y exquisitamente lograda en lo literario- he podido conocer y disfrutar en español tal como seguramente ha de ser posible en su idioma original, el sueco. 

Tal ha sido el placer de leer este relato que me parece injusto no haber podido dar con el nombre del traductor. No encontré más información al respecto que sólo un par de posibilidades: el mexicano Agustín Loera o Ramón del Valle-Inclán... 

Hablo específicamente de la antigua publicación efectuada por la editorial Quimantú (la de la fotografía), la que no indica el autor de tan bella versión española. 


Destaco:

- Pues bien. Mi compinche decía que había una viejísima carreta, por el estilo de las que usan los campesinos para llevar sus géneros al mercado; pero tan vieja, tan desvencijada, que jamás habría osado presentarse en los grandes caminos. Estaba tan cubierta de fango y de polvo, que no podía distinguirse de qué estaba hecha. Uno de sus ejes estaba roto y las llantas de las ruedas bailoteaban: ruedas que no habían sido engrasadas jamás y que chirriaban espantosamente. La cobertura estaba podrida; el almohadón del asiento, reventado. Un viejo matalón, tuerto, cojo, con las crines y la cola blanquecinas, arrastraba este miserable vehículo. La delgadez de sus lomos mostraba su espinazo como la hoja de una sierra y podían contarse todas sus costillas a través de la piel. Las patas estaban medio anquilosadas, cansinas, y los arneses gastados, desteñidos y amarrados con bramantes y varillas de juncos; no quedaba en ellos el menor adorno de cobre o de plata; nada más que leves madroños de lana sucia; y las riendas, anudadas y desgastadas, estaban en armonía con los arneses.
(p.23)

...

David Holm se abatió sobre la silla y, ante su propio asombro, prorrumpió en sollozos. Lo que provocaba sus lágrimas era la inutilidad de su vuelta a este mundo de los pensamientos premiosos y de los ojos cerrados. Era la convicción descorazonadora de que no saldría jamás del círculo en que sus propias acciones lo habían colocado.
(p.131)

...

Permaneció sentado en su silla. Se sentía infinitamente viejo. Se volvió paciente y sumiso, como acostumbran serlo los ancianos. No se atrevía a esperar nada, a desear nada. Se contentaba con cruzar las manos y pronunciar en voz baja la plegaria del carretero:
- ¡Señor, Dios mío! ¡Permitid a mi alma llegar a su madurez antes de ser segada!...
(p. final)

JFA


Selma Lagerlöf