lunes, 10 de septiembre de 2012

El tenor chileno Felipe Rojas Velozo.



En 1983, para Felipe Rojas Velozo, hasta donde yo sé, uno de sus mayores deleites, no eran ni cantar ni tocar guitarra todavía, sino avanzar a toda velocidad por las veredas y las calles del barrio sobre su skate. El mismo barrio donde yo gastaba mis horas infantiles jugando a interminables y sudorosos partidos de fútbol  junto al grupo de niños al que posteriormente se integraría Felipe. Ambos teníamos 12 años de edad...

Yo tenía cierta propensión de ser quien daba la bienvenida al nuevo integrante de cualquier grupo al que perteneciera, en tales circunstancia fue que me acerqué de forma especial a Felipe, a partir de lo cual se fundó una amistad que al poco tiempo se consolidó aún más por nuestra posterior coincidencia en la música.

Una mañana de aquellos días, mientras esperaba el transporte colectivo para ir al colegio, me encontré con Felipe, quien, si mal no recuerdo, habría de utilizar el mismo bus urbano que yo (nuestros respectivos colegios se hallaban cercanos entre sí), me preguntó si acaso tocaba guitarra, agregando que me había divisado con una bajo el brazo por allí, y yo, pensando que probablemente me vio cuando me dirigía donde un vecino que teníamos en común, y de quien aprendía mis primeros acordes, le conté de aquél que me enseñaba durante algunas horas a la semana. A partir de entonces, nuestra amistad de niños comenzó a girar entorno a este interés común, pues, Felipe, también iniciaba su relación con el mismo instrumento.

Después, en el contexto de algunas jornadas en que nos juntábamos a compartir cada nueva canción aprendida, concebimos una suerte de dúo al que le pusimos por nombre "Dúo Jara", simplemente por no darnos la tarea de buscar un nombre más original, pero además, por dejar en claro, fehacientemente, nuestra común admiración por Víctor Jara (otro importantísimo punto de coincidencia)... Nuestro repertorio de aprendizaje con la guitarra estuvo marcado por sus canciones, que en aquel entonces correspondían a los sonidos más significativos y proscritos bajo la dictadura de Pinochet.

Recuerdo el impacto que significó para nosotros que una revista, cuyo nombre era La Bicicleta, publicara, con mucha valentía por demás -dadas las condiciones represivas del momento- tres ediciones especiales en homenaje a Víctor Jara, a 10 años de su asesinato. Para nosotros, adquirirlas y coleccionarlas, resultó ser de sumo interés pues allí encontrábamos sus canciones con su respectivas nomenclaturas de guitarra.... Para Felipe y para mi, a pesar de ser niños aún, Víctor Jara representaba principalmente un asunto de profundas revelaciones artísticas y luego de convicciones políticas también... Nos alucinábamos con cada nueva grabación que descubríamos en ese traspaso clandestino de su música que llegaba a nuestras manos. Descubrir "El derecho de vivir en paz", por ejemplo, fue todo un acontecimiento emocionante, puesto que allí quedaba en evidencia, una vez más, la versatilidad musical, la sorpresa creativa con la que Víctor Jara nos deslumbraba en su obra, que aún no terminábamos de conocer a 10 años de su ausencia física.

Recuerdo también que el libro Víctor Jara Un canto Truncado, escrito por Joan Jara, su viuda, nos remeció profundamente al cabo de una lectura intensa que tuvo cada cual sobre sus páginas, turnándonos aquel ejemplar prestado.

Con Felipe Rojas, como dúo, cantamos en unas cuantas peñas, que eran los eventos artísticos y contestatarios más comunes de la época. Y creo que estas presentaciones en público fueron, para nosotros, las primeras experiencias sobre un escenario.

Volviendo a nuestro vínculo con Víctor Jara, recuerdo también que junto a Felipe y tres de sus hermanos, vimos por primera vez, en una especie de centro cultural, tal vez ligado a la Iglesia Católica, el único vídeo rescatado de Víctor, aquel de su concierto filmado en Lima, Perú.

Felipe Rojas, actualmente, sigue vinculado a la música. Después de haberse radicado en Alemania hace varios años, donde inicialmente fue contratado por la Opera de Berlín, se ha desarrollado como un destacado tenor lírico chileno en los escenarios más importantes de Europa, Asia, norteamérica y Oceanía. Su paso destacado por el grupo musical Barroco Andino, de alguna manera, supongo que despertó sus expectativas en el extranjero. Agrupación con la cual realizó sus primeras giras a Europa, y donde ha dejado plasmada su potente voz en la producción discográfica de nombre Cordillera, publicada por el Sello Alerce.


Yo he estimado plasmar acá estos recuerdos de nuestro vínculo y sus orígenes porque debo decir que Felipe tuvo un grado de influencia significativa sobre mis primeros acercamientos al canto, debido a su talante escénico natural, caracterizado además por su capacidad vocal, capaz de dejar a la audiencia en el más absoluto silencio. Su voz es una condición natural, heredada, seguramente, de su madre, Mercedes Velozo, que cantaba también, y a quien yo recuerdo con cariño.


Yendo más atrás en el tiempo, incluso antes de conocernos, coincidentemente, se juntan nuestros respectivos abuelos paternos en un vínculo profesional. El mío, Roberto Farías Boza, en su calidad de contador, prestó servicios para la Fundición Progreso, empresa fundada por su abuelo, Santiago Rojas. La fundición, a la fecha de la presente crónica, es dirigida por el padre de Felipe, también de nombre Santiago, quien sigue instalando bustos a lo largo de nuestro país, en homenaje a los hombres importantes de nuestra historia, como el exhibido en honor a O´Higgins en el Congreso Nacional, en Valparaiso.

Y a propósito de abuelos, Felipe, por lo que me ha contado, nunca olvidó una anécdota muy particular que tuvimos con mi abuela, Olga Guzmán de Farías, en su casa, que era también mi lugar residencia. Mi abuela -que se caracterizaba por tener un carácter difícil, un temperamento agresivo asociado también a su avanzada edad (y sobre todo por aquel tiempo en que hallábase recientemente como viuda de mi abuelo)- nos sorprendió irrumpiendo en el comedor, que era una dependencia muy espaciosa, propia de las casas antiguas, lugar donde estábamos ensayando a todo pulmón -mi amigo con el cuatro venezolano y yo con la guitarra- cantando ambos a viva voz, puesto que ella no se encontraba, y desde luego que con nuestro alboroto artístico no estábamos en condiciones de percibir su regreso; fue entonces, como decía, que abrió violentamente la puerta de dicho comedor, dejándonos en el más súbito silencio total -en medio de, si mal no recuerdo, Lo que más quiero de Isabel Parra o La Muralla de Quilapayún- para decirnos, en referencia a nuestro canto enardecido y ruidoso, si estábamos acaso "celebrando la muerte de mi abuelo"... A continuación, se retiró de allí tras un portazo... Por supuesto que mi amigo y yo, un tanto complicados o "asustados" (él más que yo) por aquella situación, suspendimos el ensayo inmediatamente...

Felipe Rojas Velozo, después de algunos estudios de Violonchelo y algunas experiencias interrumpidas como cantautor e intérprete de música popular, al tiempo de su condición de integrante del grupo musical Barroco Andino, finalmente se decide, como dedicación profesional a tiempo completo, por la ópera. No podía ser de otra manera. Lo dictaba, como decía antes, su gran talento vocal, que espero muy pronto pueda ser reconocido también en su patria...


Javier Farías Aguila












Aquí la voz de Felipe Rojas Velozo para Barroco Andino.







2 comentarios:

Unknown dijo...

Javier Hola soy un hermano de Felipe y esta muy bella la pagina , se nota que hay historias, un abrazo .
Mauricio Rojas Velozo
+56969050716

LIBRESENCIA Javier Farias Cantautor dijo...

Mauricio, te agradezco y me da mucho gusto saber de ti nuevamente después de tantos años. Te llamaré... Y claro, son historias en relación a tu hermano que un día se me ocurrió escribirlas, porque tienen que ver también con el sentido de este blog, en lo musical.