miércoles, 16 de diciembre de 2015

La comunicación escrita (Una Palabra / Gabriela Mistral)

La comunicación escrita ahora tiene retroalimentación directa, y, cada vez más, intenta codificar hasta los recursos volátiles propios de la comunicación oral, y que de tales, no perduraban como la palabra escrita... hasta que hoy, lo espontáneamente "necio" de lo dicho, con toda su nomenclatura indiferente de regla gramatical alguna, perdura en el tiempo tanto como la vergüenza del arrepentido que la dijo. 

La palabra escrita es bella de haber sido tronco, materia bruta, tallada, hermosamente modelada en un tiempo parecido al que se toman la crisálidas para llegar a ser... 

Era una buena pauta de belleza la palabra escrita, y la belleza sume en paz al receptor, que de tal forma pareciera todo comprenderlo mejor, para traspasar algo mejor. 

¿Por qué tanto culto a lo brutal? La percepción del poco tiempo nos sugiere una respuesta: se torna todo súbito y ese tronco se traspasa sin tallar, sin proceso alguno. La norma se transforma en un adaptarnos a la "vanguardia", y la corrección... la corrección ya no acude a la belleza, ni a nada... porque ya no existe.


JFA



UNA PALABRA   

Lagar / Gabriela Mistral / (1954:65)

Yo tengo una palabra en la garganta
y no la suelto, y no me libro de ella
aunque me empuje su empellón de sangre.
Si la soltase, quema el pasto vivo,
sangra al cordero, hace caer al pájaro.

Tengo que desprenderla de mi lengua,
hallar un agujero de castores
o sepultarla con cales y cales
porque no guarde como el alma el vuelo.

No quiero dar señales de que vivo
mientras que por mi sangre vaya y venga
y suba y baje por mi loco aliento.
Aunque mi padre Job la dijo, ardiendo
no quiero darle, no, mi pobre boca
porque no ruede y la hallen las mujeres
que van al río, y se enrede a sus trenzas
y al pobre matorral tuerza y abrase.

Yo quiero echarle violentas semillas
que en una noche la cubran y ahoguen
sin dejar de ella el cisco de una sílaba.
O rompérmela así, como a la víbora
que por mitad se parte con los dientes.

Y volver a mi casa, entrar, dormirme,
cortada de ella, rebanada de ella,
y despertar después de dos mil días
recién nacida de sueño y olvido.

¡Sin saber más que tuve una palabra
de yodo y piedra-alumbre entre los labios
ni saber acordarme de una noche,
de una morada en país extranjero,
de la celada y el rayo de la puerta
y de mi carne marchando sin su alma!




No hay comentarios: