viernes, 1 de julio de 2016

Retrato polvoriento. (Luis Emilio murió en Moscú, o más bien vivió...)

Luis Vergara Zamorano, hijo de Graciela Zamorano, la "Chela" (hermana mayor de mi abuela), un día se fue al país donde hasta la mujer menos bella es hermosa: Rusia... No sé si esto, precisamente, fuera la motivación de fondo o de paso para su viaje, pero hay que destacarlo, pues se supo de su debilidad por las mujeres. Sin embargo, antes, después o por consecuencia de tal debilidad, se hizo militante comunista. Entonces, naturalmente, su sentido de la aventura, su destino, muy pronto apuntaron hacia la Unión Soviética.

Luis Emilio, como se puede apreciar de nombres evidentemente nada de casuales, o Lucho, como le decían, era casado en Chile con Consuelo, quien fue la madre de sus dos hijos, una niña y un niño, y ambos aún lo eran cuando su padre, tal vez a fines de los 60 o principios de los años 70 (no tengo aún la información exacta), abandonó el país con destino a Moscú, para no regresar jamás...

Pasando los años, cuando más aún se produce el golpe de Estado en Chile, terminó volviéndose imposible su regreso. Es un misterio cómo fue su vida allá, pero hay certeza documentada de su muerte eso sí, y por causas naturales... Al parecer, no tenía intención de volver, y Consuelo, su esposa -y lo cuento como para seguir aportando a la historia exquisita- se refugió en su cuñado (hermano de Luis), Carlos, con quien establecieron una relación de pareja. Me imagino que el conflicto familiar radicaba en una suerte de abandono por parte de Lucho, y probablemente, éste invocara razones de seguridad frente a su imposibilidad de regresar, o de establecer un punto de contacto, siquiera por cartas, para mantener a su familia chilena al tanto de sus pasos.

Todo indica que Lucho murió feliz de "naturaleza humana": aquella del hombre intenso... Hay humor en esto, y bastante menos drama de lo que se presume por consecuencia (hijos y mujer abandonados), pues aquello de la belleza rusa -por la cual sin duda alguna se embelesara- se insinúa como la razón fundamental de los hechos.

Pero, Lucho debe estar reclamando justicia en mi pequeño relato, y seguramente querrá que no ponga en duda tampoco ni sus pasiones políticas ni sus convicciones habidas, las cuales probablemente vieran en la Unión Soviética      -como así mi padre un día- la fascinación del hombre construyendo para el hombre en términos solidarios, intentando con decisión un camino poderoso en aquel entonces, y distinto, contrapuesto al menos al orden creciente del frío capital; todo lo cual, nuestro Luis Emilio (el histórico también es nuestro), elucubraba como su identificación definitiva, y que no es ajeno y más bien la base, al concepto del hombre "enamorado", y en todos los sentidos y los sinsentidos también, así cual fuera él: la libertad que se defiende como un gato sin advertir los arañazos repartidos hasta para quien ama...

Cuando me toque visitar Moscú, que es parte de mis planes, y que espero pronto se concrete, buscaré mediante la documentación del caso, la tumba de Luis Emilio, para establecer la conexión final visible de su historia que nos pide ser contada, aquella que se esconde en la mirada de un retrato polvoriento... o que habrá de iluminarme tras interrogar sus huesos, acaso verdaderamente... ¿haya muerto?


Javier Farías Aguila 

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