jueves, 17 de marzo de 2022

La burla del tiempo, de Mauricio Electorat (Impresiones literarias)

Es un relato con velocidad fílmica (casi como un guion): muchas escenas e intervenciones que, para hacértelo más difícil aún, no se valen de rayas para diferenciar lo dicho por tal o cual de entre sus personajes, regalándonos tan sólo de vez en cuando un "le dijo" o un "le digo" para no perdernos tanto (esto no es bueno ni malo, simplemente es una opción de estilo con la que terminas acostumbrándote). 

El asunto es que lo anterior te impide la mínima distracción porque sino te pierdes con facilidad, y más cuando el relato en primera persona resulta ser de pronto en tercera, algo así, y a veces no habiendo más que comas para diferenciar entre lo que dijo el uno o el otro, o el uno por sí mismo o por aquel, etc. Ejemplo (una interacción entre el personaje central y la nana en el funeral de la madre de este):

Me acerco a ella, ay don Pablito, qué bueno que vino, ay Dios mío, qué cosa, su mamita, don Pablo. Vamos, ven conmigo. Salimos abrazados, Hilda y yo. Te traje un reloj, le digo, me quito el mío y se lo pongo en la muñeca. No pues, si ese es el suyo, oiga, si yo sé que no tuvo tiempo de comprar nada. No, si este te lo compré hace tiempo. Oiga, Pablito, me equivoco si creo que la voy a engañar, a ella que me conoce desde que nací. (p. 246)

Aunque no muy atraído, y sin mayores referencias, comencé mi lectura de "La burla del tiempo" hasta concluirlo. Se me fue haciendo entretenido en la medida en que me vi capturado por dos aspectos: el contexto de la dictadura, que nos evoca en varios de sus pasajes situaciones cercanas como la del ímpetu juvenil iniciando una militancia política contestataria y clandestina por ejemplo, con toda la ingenuidad y la osadía, el humor y el miedo implícitos en ello bajo tales circunstancias; y la trama por cierto, la de los relatos paralelos que se turnan por párrafos y que son la historia del mismo personaje central que desde la escena de su presente en Europa nos lleva a la de sus recuerdos en Chile.

Lo narrado aquí se destaca por sobre cualquier tipo de seducción literaria, pretendida o no (es decir, se destaca más "por lo contado" que por el "cómo"). 

Con relación a lo anterior, por ahí (leer el siguiente extracto) uno advierte que aquello de la fluidez o la belleza literaria no necesariamente ocurre por destino, talento o inspiración, sino también por opción. Por otra parte, sucede también que de no ser lo pretendido pudieras dar con ello con total naturalidad, y si lo haces por otro (un personaje en este caso), puede que resulte mejor aún. Yo no sé si fue este el caso con la siguiente parte del relato en que el personaje debe lucir su mejor pluma, desplegando, el autor, sus mejores recursos para conseguirlo al escribir por su personaje y no por sí mismo (momento único por su belleza, a mi parecer, en todo el libro):

Un rayo de sol oblicuo penetra a través de la celosía y dibuja tres barras horizontales sobre la carpeta del escritorio. Tres lingotes inscritos en la cubierta polvorienta de la mesa. Un ideograma áureo, al costado del cual reposa una edición de Les armes de poing, editada en Bruselas por Geoges Plateau, en 1911. Junto a ese libro el primer tomo de Le Petit Robert, Dictionnaire alphabétique et analogique de la langue francaise. El hombre que está sentado tras el escritorio abre el diccionario y busca hasta hasta dar con una palabra, extrae una lapicera y un pequeño block de papel de un cajón del escritorio y escribe. Luego cierra el diccionario y se reclina contra el respaldo de la silla. La pared de la izquierda está cubierta enteramente por una biblioteca. En la derecha cuelgan fotos enmarcadas. A primera vista sólo se distinguen formas en blanco y negro. Pero si el ojo se acerca percibirá formas femeninas, unos antebrazos atados a un par de pantorrillas, un par de líneas que podrían ser una vulva abierta o una sonrisa, un torax encorsetado por un vendaje del que sobresalen un par de pezones a través de unos huecos que parecen practicados a tijeretazos, un par de muñecas esposadas, una lágrima surcando una mejilla, pero también puede que sea una gota de cera o de esperma rodando sobre una nalga. El hombre abre nuevamente el diccionario y pasa las páginas lentamente, se detiene en una de ellas y vuelve a tomar nota. Alguien llama a la puerta. (p. 156)


Destaco:

Eso es un mito orquestado por el propio partido, opina Claudio, que son un partido renovado, que incluye a la clase media, que es más tolerante, menos leninista, pero en realidad habría que ver. ¿Qué habría que ver?, lo contradice el Flaco, el nivel de debate en las bases del PC y del PS es conocido: cero. A lo mejor es más eficaz, dice Claudio. ¿Más eficaz que qué?, pregunto. Más eficaz que un partido de puros comandantes. Pero habría que saber cuál es la crítica, contraataca el Flaco, sí, intervengo, me parece que no lo tienes claro, tú pide otra botella de vino, ordena Claudio, si es que te falta sentido crítico, independencia intelectual, debate e incluso sentido del humor o bien verticalidad y cadena de mando, continúa el Flaco. (p. 167)

JFA



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