martes, 6 de agosto de 2013

NO SÓLO ESPEREN DE NOSOTROS… La necesidad vital del artista chileno comprometido, como parte de su problemática insatisfecha.


No sólo deben “esperar de nosotros”, como cantautores o creadores o artistas, que los sorprendamos con nuestro arte, pues, es probable que, como tales, estemos incompletos... Tanto queremos dar, tanto se espera que demos, como tanto ha de ser lo que necesitamos para resolvernos de manera útil y brillante frente al público que espera por una nueva canción auténtica y original. No sólo hablo de la necesidad de academias, sino de quienes funden cierta condición para “la mística” por sobre todas las cosas, cierto estímulo colectivo,  cierto espacio físico, cierto lugar en el  tiempo que vivimos, cierta orientación, cierta unidad, y lo reitero, “cierta unidad”, para comprendernos desde allí, en esta especie de cimiento fundamental, bastante más allá que bajo el simple afán de reconocimiento individualista, y que como tal, es la triste validación en la dinámica mercantil.
Hablo de quienes estén llamados a sorprendernos a nosotros como creadores que somos, vale decir, de quienes hayan podido comprender bien de qué se trata toda esta manifestación artística, hermanada específicamente con la poesía, con el pensamiento crítico del hombre involucrado en la reivindicación de justicia social, con el amor, con el sentido más profundo de la vida… Un buen ejemplo de lo que necesitamos, pudiera ser, en el ámbito local, lo obrado por  René Largo Farías con su instancia llamada “Chile Ríe y Canta”, o lo que, desde una perspectiva más amplia aún, propiciara Ricardo García, en su labor de rescatar y repotenciar los movimiento existentes y proscritos en dictadura… Es una tarea difícil, es un desafío para el cual, a nosotros los artistas, no nos alcanza la vida para organizarlo, sólo para conformarlo y darle un verdadero sentido desde todo lo que allí maravillosamente pudiera ser activado y como producto de tal estímulo…  Un símil a considerar, como ejemplo también, de gran influencia para el arte latinoamericano, ha sido, hasta nuestros días, la Casa de las Américas, en La Habana.
La nueva generación de cantautores está huérfana y dispersa, muy dispersa; y cuando la buena fortuna resuelve el inconveniente básico de unos u otros, éstos prosiguen su camino bajo el concepto de un “sueño personal cumplido” y nada más… Aquella línea de la canción comprometida con los valores que fueran sus primeros motivos de vida, no termina siendo más que una simple marca, o sólo blasones para ese público objetivo, consumidores de corrientes efímeras, activadas acaso en las redes sociales de internet también, en las que finalmente predomina una especie de sub-moda en favor de una “nueva” materia de consumo, mas no por lo sustancial, sino por sus aditivos sabrosos, de fácil atracción o digestión, cual fetiche, ad hoc, por cierto, con el público en cuestión. Después, productores asociados con el artista “del momento”, lo someten a  estrategias de posicionamiento, para terminar, por ejemplo, en festivales como Lollapalooza, o como jurados de la “basura competitiva” de un Festival de Viña del Mar, ambos ejemplos, por su naturaleza, tan contradictorios -aunque bien remunerados- con lo que fuera aquella primera idea de lo que quisimos aportar con la canción.
Por todo lo anterior, no sólo “hay que esperar y esperar más de nosotros”, pues, también debemos recibir: tenemos una necesidad, vital, absolutamente desatendida; motivo por el cual unos cuántos pudiéramos quedar en el camino de lo que quisimos dar (más que de lo que quisimos ser), y al cabo extraviarnos en el desconocimiento de la gente, o bien terminar en la vereda opuesta donde se haya aquel que tan sólo se ha resuelto en “el sueño personal cumplido”, a partir del cual es muy difícil esperar un desarrollo cultural de trascendencia nacional, más que individual… para nosotros los chilenos, para el mundo.
Sin embardo, cabe tener en cuenta que lo expuesto, no obstante su incidencia preponderante, es sólo parte de los obstáculos que enfrenta nuestro artista comprometido con la manifestación creativa de vocación antimercantil.

Javier Farías Aguila   


   

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