martes, 2 de octubre de 2012

NARRACIONES EXTRAORDINARIAS Edgar A. Poe

*La publicación indica como título "Narraciones extraordinaria 3era. Selección" 
(Selección de Javier Farías Aguila. Extracto Pág. 66 / Ediciones 29 / libros Rio Nuevo / Barcelona)


   Tenemos ante nosotros una tarea que hemos de cumplir rápidamente. Sabemos que la tardanza es nuestra ruina. La más importante crisis de nuestra vida reclama, con la voz imperativa de una trompeta, la acción y la energía inmediatas. Además, nos consumimos en la impaciencia de emprender nuestro trabajo; el gusto anticipado de un resultado glorioso prende fuego en nuestra alma. Es preciso, es necesario que la tarea sea emprendida hoy mismo -y, no obstante, la dejamos para mañana-. ¿Por qué? No hay explicación si no es la de que sentimos que eso es perverso; sirvámonos de la palabra sin comprender el principio. Llega el día de mañana y, al mismo tiempo, una ansia más impaciente de cumplir nuestro deber; pero con ese acrecentamiento de ansiedad se produce, también, un deseo ardiente, anónimo, de diferir todavía -deseo ciertamente terrible-, porque su naturaleza es impenetrable. Cuanto más tiempo transcurre, más aumenta la fuerza del deseo. No falta sino una hora para la acción, y esa hora nos pertenece. Temblamos por la violencia del conflicto que se agita en nosotros, por la batalla entre lo positivo y lo indefinido, entre la sustancia y la sombra.
   Pero, si la lucha ha llegado a ese punto, la sombra vence y nos debatimos en vano. Suena el reloj y el toque de agonía de nuestra felicidad. El mismo tiempo, para la sombra, que tanto nos ha aterrorizado, es el despertador, la diana del gallo vencedor de los fantasmas.
   Remontar el vuelo -desaparece- , somos libres. Vuelve la antigua energía. Ahora trabajaremos. ¡Ay! Ahora es ya demasiado tarde.




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