miércoles, 5 de febrero de 2014

Neruda y su devoción por Cantinflas...

Destaco:
Del libro
GENTE DEL SIGLO XX
Crónicas culturales
Luis Alberto Mansilla
Edit. LOM





Extracto:

Del capítulo
Encuentros con Pablo Neruda.


Neruda siempre estaba leyendo algún libro y su cultura literaria era notable. Leía en la cama en la noche o por la mañana, continuaba en su biblioteca y cuando algún libro lo apasionaba, podía abandonar un par de horas su diario y sistemático trabajo en las nuevas obras que sin cesar estaba escribiendo. Le interesaban además las artes plásticas, el cine, la antropología, la ornitología, la historia. En cambio, su cultura musical era desastrosa. Es curioso: no le interesaba la música, su discoteca era pobre y nunca lo sorprendí escuchando alguna sinfonía y ni siquiera canciones populares. Fue gran amigo de Acario Cotapos, de Armando Carvajal y de su mujer, la cantante Blanca Hausser, pero ellos no consiguieron interesarlo demasiado por algún compositor o escuela musical. A veces concurría a los conciertos de Carvajal con la Orquesta Sinfónica, pero era sólo una atención al amigo. Detestaba la ópera y creo que sólo en la Unión Soviética u otros países socialistas no pudo evitar el concurrir a alguna función lírica. A veces hacía comentarios entusiastas de la ópera Boris Godunov, de Mussorsky, pero se refería al vestuario y al alma rusa del personaje. Lo entusiasmaron, en cambio, las mediocres y patrioteras tonadas o canciones que compuso Vicente Bianchi con sus poemas del Canto General dedicados a Manuel Rodriguez, O`Higgins y Carrera. Cuando alguien le decía que no eran gran cosa, que estaban al nivel de algún bolero de moda, contestaba como si lo hubiesen sorprendido en alguna culpa:
         -A mi me gustan mucho y creo que al pueblo también. Tenemos mal gusto.

Sus devociones cinematográficas no eran tampoco demasiado exigentes. Admiraba a Cantinflas y apenas veía en el diario algún anuncio de una película del bufo mexicano, decía que tenía que verla.
Recuerdo un almuerzo en el departamento de su amigo Orlando Oyarzún, en la calle San Isidro. Luego de una siesta, más breve que lo acostumbrado, nos pidió que lo acompañáramos a dar un paseo por los alrededores. Subimos hasta llegar a la calle Diez de Julio. Doblamos a la derecha y de pronto nos encontramos en las puertas del cine Portugal, que exhibía ese día El Embajador, una de las tantas películas de Cantinflas. Nos invitó a la función rotativa. Confesó que el paseo era sólo un pretexto para llegar al cine. No podía perderse a Cantinflas en un nuevo filme, que a mi me pareció vulgar y convencional, pero -claro está- Cantinflas es gracioso aunque raramente genial en sus interminables discursos de lógica perogrullesca. Neruda salió radiante del cine y se reía todavía de los muy repetidos incidentes del rutinario filme del cómico.



(Selección: JFA)



De Luis Alberto Mansilla hay mucho, pero mucho que decir de entre lo que ya se conoce y se ha publicado en diversos medios... Por mi parte tengo la satisfacción de conocerlo personalmente, de haber estado en su casa varias veces y haber podido, en consecuencia, alimentarme de su conversación tan basta como extensa ha sido su lectura y su experiencia personal, como periodista y amigo, con algunos de los grandes personajes que nos trae de vuelta en esta obra suya tan amena y de precisa redacción, de la que reproduzco estos extractos para mi muy interesantes y placenteros de leer, y éste acerca de Neruda en particular que me hizo reír...
Luis Alberto Mansilla, a pesar de sus problemas de salud (al momento de este escrito), y de los cuidados que le demandan, se resiste a interrumpir sus labores diarias ligadas a la cultura, como comentarista de cine en la revista Punto Final (para lo cual debe desplazarse a los cines del caso con mucha dificultad, en compañía de amigos o asistente), o como parte del comité editorial de la editorial LOM Ediciones, etcétera.

Hay otros eventos personales que me ligan a su persona, derivados de su relación cercana con mi tío-abuelo Raúl Zamorano Vásquez, ya fallecido, y con quien compartieron labores y amistades en el ámbito de la redacción en la histórica empresa editorial Horizonte, hace muchos años. Pero, al respecto, ya me referiré en otra ocasión de manera más amplia.

Javier Farías Águila






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