jueves, 10 de abril de 2014

Inmigración alemana en Chile (Joaquín Edwards Bello - Crónica)

Hallándome en el antiguo restaurant alemán Münchner, en Malloco (una comunas cercana a Santiago), leía la historia de éste, impresa en la tapa del libro del menú, que comenzaba haciendo referencia a su fundación por parte de uno más de los "muy bienvenidos" inmigrantes alemanes, favorecidos por esa política de inmigración irrisoria, vigente en nuestro país por aquellos años; texto que, sin embargo, no hacía mención alguna de tales beneficios, que en este caso tomaron forma de grandes facilidades para la adquisición de la propiedad en cuestión. 

Así fue la desproporción  injustificada de haber sido "agasajado", este ciudadano alemán y su familia, con unas cuántas hectáreas una vez establecido en Chile, hace más de 70 años, lugar donde fundó este restaurant en definitiva, y su hogar por cierto; y todo por cuenta del Estado chileno... Con tal respaldo y ventaja a su llegada no podía menos que prosperar.

La extensión total de este recinto permite incluso contener, actualmente, un parque, un pequeño zoológico, una piscina pública con sus pertinentes extensiones de césped alrededor, un equivalente de 3 a 4 canchas de fútbol para un servicio de eventos, y mucho más... Allí también se hace una de las más publicitadas "fiestas de la cerveza".


Bien, en relación a este asunto, mientras más me adentro en las crónicas de Joaquín Edwards Bello, más me identifico con sus reflexiones y análisis, y al mismo tiempo me sorprende su vaticinio, su pronóstico, tan acertados en este caso, a la luz de lo que hemos podido comprobar en la actualidad. 


Javier Farías Águila



Extracto:
(año 1924)

En cualquier nación de Europa sería imposible, intolerable, insinuar siquiera la idea de inmigración de grandes masas de obreros extranjeros; menos aun si se proyectase alquilarles o cederles grandes extensiones de tierra. En Estados Unidos la inmigración es voluntaria, escogida, lo mismo que en Argentina, pero no solicitada en grandes masas y con promesa de regalos territoriales.

La ley estricta selecciona al inmigrante que desde el hotel fiscal va pasando a ocuparse en las actividades propias a su categoría, llenando poco a poco vacíos que se hacen sentir en el cuerpo nacional.

Bien distinto es el sistema que nos proponen nuestro ministros en Alemania, señor Irarrázaval, y el cónsul general, señor Vicuña. La venida a Chile de quinientos mil alemanes a ocupar extensas zonas en el sur produciría un cambio tan grande en el porvenir chileno que conviene hacer algunas observaciones. Meditemos un poco en el proyecto.
(...)

La inmigración alemana en vasta escala, como nos proponen, es otra cosa enteramente distinta. Alemania fue vencida y su pueblo cuenta ocho años de hambre; sus cualidades esenciales han cambiado un poco forzosamente. El alemán es sobrio y económico; no tan económico como el francés, ni tan sobrio como el italiano o español. En todo caso, por educación, es evidentemente superior al tipo medio chileno de la clase obrera. Estrictamente hablando: la llegada de quinientos mil alemanes a Chile significa, para un futuro no lejano, la llegada de quinientos mil nuevos patrones, capitalistas, latifundistas. En general, por las pésimas costumbres de nuestro pueblo, todo extranjero que llega a instalarse entre nosotros, al poco tiempo domina, prospera y se hace patrón.
(...)

Es muy difícil encontrar en Chile un obrero inglés, francés, alemán o italiano. Casi todos los extranjeros prosperan pronto y tienden a despreciar al nativo, que no supo o no pudo hacer como ellos.
El roto, tal como lo pintamos en el último capítulo de la novela, va siendo poco a poco barrido, expulsado, desplazado, sirviendo de mano de obra al elemento superior europeo puro o con mayor cantidad de sangre europea. El bajo pueblo es la célula muerta que se reemplaza por una violenta selección. La llegada de quinientos mil alemanes activará este trabajo en un grado alarmante. El aspecto de Chile cambiará en forma rápida y visible.

Chile, como lo soñó el doctor Palacios, desaparecerá poco a poco, ahogado, como dijimos en El Roto, por una ola de inmigración. La raza chilena, araucano-gótica, como creyó el señor Palacios, será consumida, inundada en un futuro próximo por su inferioridad para acometer; por falta de educación, es decir, falta de higiene, de métodos, de moral. Que los chilenos importemos quinientos mil alemanes es como si las sardinas en el mar pidiesen quinientos mil tiburones: serán los quinientos mil pescados grandes de Darwin, se comerán al chico fatalmente, para mejoramiento y continuación de la especie.

Con el tiempo, se dice, esos alemanes estarán vinculados, mezclados, como pasa en Estados Unidos. Sí, muy cierto, pero Chile será otro; se habrá reemplazado por otro. No será más nación iberoamericana; ya lo es sólo a medias.

Digamos en una palabra que la razón esencial del señor Irarrázaval, nuestro culto ministro en Alemania, al pedir inmigración alemana, es el fracaso del pueblo en mayoría con sangre india, inclinado a la violencia, al vicio, a lo pintoresco y las cuentas de vidrio. Tal es la razón oculta de nuestra ansia por razas rubias, más metódicas, más morales, más sanas, que prefieren el oro a las cuentas de vidrio.

El nacionalismo en nuestra América, elevando al pueblo, ha probado su fracaso para organizar y crear. Aceptar inmigración en tan vasta escala implica tácitamente el fracaso. Porque si estuviésemos contentos con nuestra raza, no tendríamos más que colonizar el sur con chilenos; no tendríamos más que lanzar allá a todos nuestros propios vencidos antes que a los desocupados alemanes, vencidos de la vida europea.

(...) El indio, y quien dice indio dice toda la masa popular que conserva sus características, no está preparado para la civilización europea: el español lo encontró y lo arrolló; el europeo arrolla ahora al mestizo.

(...) México representa hasta ahora el triunfo del indio con su poder de resistencia y absorción. Costumbres y modalidades europeas no logran dominarlo. Es la nación iberoamericana típica, con un carácter heroico de baluarte y barrera, muro enhiesto ante el hombre rubio del norte; nación indo-mediterránea con predominancia del autóctono, ha llegado a conseguir el ideal de gobierno popular, mezcla de militar y literario, con Obregón, Pane y Vasconcellos. La oratoria agresiva y burbujeante como el pulque reemplaza las cuentas de vidrio... El populacho ama ser arrullado con la palabra de sus caudillos. Como valor racial es sin duda México más interesante que Uruguay, Argentina y Chile; como valor estético será siempre infinitamente superior. Mexico, dentro del arte, es mina inagotable.
(...)

MI amigo, el excmo. señor ministro de México en Santiago, me decía que el defecto de estas repúblicas del sur de América era su afán de asemejarse a Europa. No conservan sus tradiciones, pierden sus características, la originalidad; son imitaciones tan prolijas que finalmente esto no será América, sino una sucursal de Europa. ¡Adiós mantos, chamantos, mates, espuelas de plata y arreos pintorescos! La ley, como la moda y hasta el pensamiento, se calca de Europa sin modificaciones.

El extranjero ha sido útil hasta la fecha y lo será siempre. Pero si llega en tales proporciones que pueda promover un trastorno social y racial, quiere decir que ansiamos reemplazar el país. 
(...)

Desde la Conquista, el indio fue reemplazado poco a poco, primero por los propios conquistadores, luego por los colonos, más tarde por los vascos y otros extranjeros; ahora nosotros mismos seremos reemplazados o absorbidos. Es triste ver esta América que reclama un aluvión extranjero para renovarse, ahogando sus vicios y defectos.


Joaquín Edwars Bello


De la crónica titulada
Reemplazo progresivo del indígena
2 de mayo de 1924
Libro Crónicas Reunidas ( I )


(Selección: Javier Farías Aguila)





No hay comentarios: